La evitación/escape no siempre es una mala estrategia de gestión emocional

Detrás de la gran mayoría de los problemas psicológicos está la estrategia que en terapias contextuales conocemos como “evitación experiencial” (o más técnicamente conocida como reforzamiento negativo). La evitación experiencial consiste en evitar o escapar, de múltiples formas, aquellas experiencias (sensaciones, pensamientos, emociones) que resultan desagradables o dolorosas.

Así, a priori, es una estrategia bastante efectiva. El problema es que a veces funciona como un boomerang: reduce el malestar, “aparta el problema” o proporciona un alivio inmediato o a corto plazo pero finalmente el problema vuelve y acaba manteniéndosela en el tiempo, a veces incluso, con más intensidad. por lo que no siempre es la mejor estrategia y por ello que tenga tan “mala fama”.

Por ejemplo, cuando alguien evita tener una conversación incómoda con otra persona para no sentirme mal pero al final acaba sintiéndose peor porque, no solo no ha resuelto el problema sino que la otra persona acaba enfadándose por no haber querido hablar. O cuando evitas montar en ascensor porque te da miedo pero, debido a no exponerte, al cabo de un tiempo tu miedo va aumentando e interfiere más en tu vida.

De hecho, en terapia el trabajo suele ir dirigido a que la persona desarrolle nuevas estrategias de afrontamiento más funcionales a largo plazo y no siga cayendo en la trampa de la evitación. PERO, hay ocasiones en las que la evitación es muy útil y es necesario seguir utilizándola como estrategia de elección.

Evitar determinadas situaciones puede ayudarnos a sobrellevar mejor algunos momentos complicados en nuestra vida, o funcionar como protección cuando exponernos supondría un gran riesgo para nosotros (tanto física como psicológicamente). 

¿En qué casos es recomendable la evitación?

El detalle principal que nos indica que la evitación puede ser la mejor estrategia es cuando prevemos que tendrá consecuencias positivas tanto a corto como a largo plazo, es decir, que no se volverá en nuestra contra, o cuando detectemos que con los recursos actuales haremos una mala gestión de la situación de la que nos podamos arrepentir.

Por ejemplo:

  • Dejar un empleo en el que no nos sentimos / nos tratan bien.
  • Evitar hablar o coincidir con personas (exparejas, examigos o familiares) que nos provocan daño y con las que necesitamos romper el vínculo.
  • Evitar situaciones o lugares en los que es probable que reaccionemos de una forma que no queremos.

 

Como podrás comprobar, van a ser muchas las situaciones en las que lo mejor que puedes hacer es evitar/escapar. Lo importante es que puedas diferenciar con más o menos claridad en qué momentos lo más indicado y saludable para ti es exponerte o evitar.

Si crees que tienes dificultades para detectar estas diferencias o hay alguna estrategia de evitación que te está siendo problemática te animamos a que consultes con un profesional para que pueda ayudarte a evaluar y gestionar la situación de una forma más adaptativa para ti.

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*El contenido de este blog es informativo y explicativo. En ningún caso sustituye al proceso de terapia psicológica. Si crees que necesitas ayuda, por favor, ponte en contacto con un profesional de la salud mental.

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