Algo que siempre escuchamos es que para relacionarnos de forma sana con los demás y mantener nuestra autoestima es necesario poner ciertos límites y decir que no en algunas situaciones. Pero aunque lo sabemos y nos lo repetimos hasta la saciedad nos cuesta mucho llevarlo a la práctica y no entendemos por qué nos cuesta tanto poner límites.
¿Por qué ocurre esto?
Para entenderlo, tenemos que conocer cómo funcionamos los humanos. Ante cualquier situación, y como forma de adaptarnos al medio rápidamente y evitar el sufrimiento, los humanos realizamos comportamientos que nos den resultados beneficiosos lo antes posible (a corto plazo).
Esto indica que estamos actuando de forma inteligente (repito, a corto plazo) pero dichas consecuencias beneficiosas no siempre se mantienen en el tiempo.
Imaginemos que el análisis de esta conducta fuese como un iceberg:
La parte visible es lo que ocurre en un momento concreto o en el corto plazo de una situación mientras que la parte sumergida en el agua son las consecuencias que obtenemos en el medio / largo plazo.
Vamos a ver entonces la diferencia entre poner o no poner límites y lo que ocurre teniendo en cuenta esto.
Una vez sabido esto entendemos que el motivo por el cual nos cuenta tanto poner límites o decir «no» no es porque no sepamos hacerlo, al fin y al cabo es una «tarea tan simple» como verbalizar una palabra o frase concreta. El verdadero motivo por el que resulta tan difícil es porque nos sentimos mal en el momento en el que lo hacemos u obtenemos consecuencias negativas en el corto plazo que no queremos experimentar.
De ahí que, como seres inteligentes, intentemos librarnos de ello de cualquier forma, y la forma más rápida y efectiva es abandonar nuestros intentos de poner límites o negarnos a algo.
La única forma de empezar a poner límites y decir «no» es permitirnos experimentar esas consecuencias negativas a corto plazo sabiendo que, a largo plazo, nos lo agradeceremos a nosotros mismos y nos sentiremos mejor.
Algunas consecuencias a corto plazo que hacen que cueste tanto poner límites son:
· Sentir que somos egoístas o malas personas.
· Pasar un día o varios sintiendo malestar o
arrepentimiento.
· Que nos acompañe el miedo a no ser queridos.
· Que los demás se enfaden con nosotros o
cambien su actitud.
· Que nos hagan chantaje emocional.