Los/as psicólogos/as somos expertos en análisis y modificación de conducta y en gestión emocional pero eso no nos libra de experimentar malestar y dificultades para cambiar nuestra situación, como le ocurre a cualquier otra persona.
De ahí que, a lo largo de nuestra visa, podamos llegar a desarrollar problemas (los famosos trastornos) psicológicos e incluso necesitar hacer un proceso de terapia con otro/a psicólogo/a.
Que tengamos conocimientos teórico sobre todas estas problemáticas, que sepamos cuales son las mejores formas de abordarlas y que podamos ayudar a los demás a ponerlas en práctica en sus vidas no significa que tengamos facilidad para hacerlo en la nuestra ni inmunidad a la hora de experimentar cualquier de esos problemas psicológicos.
Si algunas vez has hecho terapia sabrás que el proceso a veces no es fácil ni agradable. Requiere exponerse a cosas a las que uno no quiere exponerse. Y eso también nos ocurre a los/as psicólogos/as en nuestras propias vidas.
Los psicólogos tenemos:
- Ansiedad, ataques de pánico y fóbias.
- Bajo estado de ánimo y depresión.
- Ideas obsesivas y prensmientos recurrentes.
- Problemas de pareja y familiares.
- Problemas sexuales.
- Baja autoestima, inseguridades y dudas.
- Dificultad para gestionar nuestras emociones.
- Problemas de alimentación.
- Comportamientos adictivos y malos hábitos.
- Procesos de duelo y cambios vitales estresantes.
Los psicólogos también podemos:
- Gestionar mal nuestro tiempo
- No conseguir cumplir lo que nos proponemos.
- Tener dificultad para adoptar rutinas.
- Enfadarnos y dscutir con los demás.
- Perder el control y los nervios.
- Tener poca tolerancia a la frustración.
- Sentir soledad y/o miedo a estar solos/as.
- Pensar que no tenemos solución.
- Tomar decisiones equivocadas.
- Tener dificultades para relacionarnos.
Pero estas dificultades y problemas no nos impiden realizar adecuadamente nuestro trabajo. Es más, es precisamente lo que nos ayuda a entender, empatizar y trabajar mejor con nuestros pacientes.
Como profesionales somos capaces de separar nuestra vida personal de nuestro trabajo. Podemos «dejar nuestros problemas fuera de la sesión» para centrarnos en los problemas que nos presentan las personas con las que trabajamos.