Cuando queremos ayudar a alguien en una situación no siempre conseguimos nuestro objetivo. Son muchas las veces que pensamos estar ayudando a otra persona pero en realidad lo que estamos consiguiendo es perjudicarle o entorpecer un proceso que necesita realizar.
¿Por qué ocurre esto?
Esto suele ocurrir porque a veces un proceso de ayuda implica darle a la persona aquello que necesita para obtener beneficios a largo plazo y no a corto plazo. Y esto no siempre coincide con lo que la persona quiere o espera recibir de nosotros ya que lo que quiere es una solución rápida e indolora.
Ayudar de verdad no significa darle al otro todo aquello que quiere obtener de nosotros. Eso sería «poner un parche».
Ayudar significa darle al otro lo que realmente necesita para su bienestar aunque esto, en ocasiones, le suponga malestar a corto plazo, requiera de él un esfuerzo que no quiere hacer o incluso se enfade con nosotros.
Cuando ayudamos al otro para aliviar su malestar a corto plazo puede que éste no consiga aprender nuevas estrategias que le ayuden a salir de una situación parecida en el futuro y, por lo tanto, a lo que estamos ayudándole es a depender de los demás para solucionar sus problemas.
Un ejemplo de algo que podría considerarse ayuda pero en realidad no cumple esa función es el siguiente:
1. Tras años sin trabajo y acumulando deudas, Pedro tiene que pagar una deuda nueva.
2. Cada vez que tiene una deuda yo le «ayudo» y le doy el dinero para pagarla.
3. Pedro alivia su agobio y su problema desaparece (solución del problema a corto plazo) pero no aprende a ahorrar o ganar su propio dinero ni a evitar posibles deudas futuras.
4. Pedro aprende que yo estaré ahí para salvar la situación y seguirá sin responsabilizarse, por lo que no cambiará su conducta y probablemente continúe teniendo deudas (mantenimiento del problema a largo plazo).
Te preguntarás entonces ¿y cómo debería ayudar para que lo que hago sea realmente una ayuda? Aquí tienes de nuevo un ejemplo:
1. Tras años sin trabajo y acumulando deudas, Pedro tiene que pagar una deuda nueva.
2. Esta vez no le doy el dinero pero le ayudo a encontrar un trabajo y a que aprenda a ahorrar.
3. Pedro se enfada porque prefiere una solución más fácil para él y mi ayuda implica que él haga un esfuerzo que no quiere hacer (malestar a corto plazo).
4. Pero también aprende a responsabilizarse y a que no vuelva a verse en la misma situación una y otra vez.
De esta forma, con mi ayuda consigo que Pedro no dependa de los demás para solucionar sus problemas y que pueda hacerlo por sí mismo (beneficio a largo plazo).
Este es un ejemplo de muchos otros que pueden darse. Pero estas situaciones se suelen dar con mucha frecuencia, sobre todo porque ayudar de verdad a alguien a quien queremos implica tres condiciones difíciles de conseguir:
– Permitir que el otro «lo pase mal» y tenga que esforzarse para aprender nuevas estrategias.
– Aceptar que nos sentimos mal por ver que nuestro ser querido está experimentando dicho malestar.
– Entender que se enfaden con nosotros por no darle lo que quiere que le demos.