El mejor autocuidado es aprender a autocuidarse

Practicar el autocuidado significa dedicarnos un tiempo de nuestras vidas a nosotros/as, a hacer actividades que sean útiles y nos reconforten. Por ejemplo, leer un libro, dar un paseo, hacer ejercicio, ir al cine, etc.

El autocuidado es algo muy personal, y depende de nuestras preferencias y necesidades particulares.

No paramos de leer sobre este concepto y queremos destacar su importancia, está genial cuidarse a uno/a mismo/a. Consideramos que tener ese espacio personal donde poder llevar a cabo actividades gratificantes es beneficioso para las personas.

Ahora bien, estamos empapados de todo lo que tenemos que hacer que se asocia a autocuidado: hacer deporte 2 o 3 veces por semana, comer de forma saludable y equilibrada, quedar y/o hablar con amigos de vez en cuando, dormir 8 horas (acuéstate y levántate a la misma hora todos los días excepto fines de semana), tener higiene personal diariamente, cuidados personales como la piel, el pelo, la barba, la depilación, etc.

Y ahí no queda la cosa, centrarse en lo que sientes y dedicar tiempo a detectar tus emociones, trabajar 8 horas diarias y ni un minuto más, tener tiempo para ti a solas, pero no demasiado, sino que tienes que relacionarte y salir de casa, dedicar tiempo a tu trabajo personal si necesitas cambiar/trabajar algo de tu vida, etc.

Esta lista de autocuidados puede ser larguísima. No sé cómo os sentís vosotros/as al leerla, pero en nuestro caso nos sentimos abrumadas. Tantas tareas que hacer que en vez de cuidados personales parecen obligaciones.

Tener que, deber que, debería de… Como si el autocuidado fuera ir tachando cosas de una lista de la compra.

En este caso, el autocuidado se está asociando a la productividad, y nos sentimos bien por el mero hecho de hacer lo que creemos que hay hacer que hacer, más que por lo que nos aporta de beneficioso esa actividad. Y estamos llenos de mensajes de lo que tendríamos que hacer (en la televisión, redes sociales, en libros de autoayuda, incluso tu familia te lo dirá).

Pero… ¿realmente tengo tiempo material para realizar todo esto? Y lo más importante: ¿estoy adaptando mi autocuidado a mis circunstancias? Puede que esté intentando hacerlo TODO y de buscar llevar a cabo todo acabo haciendo NADA.

Asimismo, es posible que de esta lista de tareas y actividades que me parecen maravillosas y estupendas, haya algunas que no soporte hacer. Porque no me gusta, y ya. O puede que no sea mi momento para ciertas actividades y no me puedo centrar en esas sino en otras.

También puedo estar pasando por una época malísima y encontrarme deprimida y lo que menos necesito es bombardeo (o bombardearme) de lo que “hay que hacer”, ya que me cuesta hasta levantarme de la cama e iniciar mi día.

OJO! La productividad no es negativa, sino que es muy útil y nos ayuda muchísimo. Es el grado en el que está presente en nuestras vidas y la función qué cumple.

En este sentido, destacamos dos conceptos: calidad y cantidad. Ya que, además de tener una lista de tareas de autocuidado inmensa, puede que queramos hacer cada actividad muy bien. Es decir, dedicar mucho tiempo a cada una. Aquí estaríamos intentando cantidad (hacer muchas cosas) y calidad (hacerlas muy bien, dedicarle tiempo).

¿Qué es mejor, calidad o cantidad? La respuesta es depende. Es imposible mantener calidad en todo lo que hacemos (no hay horas en el día), ni tampoco podemos mantener la cantidad (tampoco nos darían las horas en el día).

Intentar mantener la cantidad y/o calidad a toda costa de todo lo que hacemos hará que nos sintamos frustrados constantemente.

Habría que estudiar cada caso para valorar qué es mejor. En ocasiones es preferible realizar cantidad e iniciar actividades que nos activen, aunque siempre teniendo unos límites. Es decir: eligiendo tareas asequibles teniendo en cuenta nuestras necesidades y circunstancias. Es preferible elegir menos y llevarlas a cabo que seleccionar 20 y acabar haciendo 1 o ninguna.

Algunas personas en ciertos momentos necesitan dedicar tiempo de calidad en aquello que les gusta, pero siempre manteniendo los límites: no podemos tener calidad en todo y, al igual que con la cantidad, necesitamos priorizar.

Tengamos en cuenta que quizás el mejor autocuidado es aprender a autocuidarse… Conocer nuestros tiempos, nuestras circunstancias, y adaptarnos a las mismas. Y no intentar ir tachando tareas de una lista.

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