¿Qué sería de nuestra profesión si no pensáramos que el cambio es posible? Hemos aprendido a comportarnos como lo hacemos con el paso del tiempo a través de nuestras experiencias. Por lo que las personas pueden cambiar.
Del mismo modo que se aprende, se puede volver a aprender, es decir, modificar nuestro comportamiento y evolucionar. Eso sí, es importante tener en cuenta varios aspectos.
Con comportamiento hacemos referencia a dos conceptos:
– Conducta externa, es decir, comportamientos observables (cómo me comunico, mi lenguaje verbal y no verbal… todas aquellas conductas visibles y públicas)
– Conducta interna, o dicho de otra manera: comportamiento encubierto (lo que siento, pienso, experimento… lo que no es visible)
Estas conductas tienden a no ser consideradas como tales y, en ocasiones, los cambios que se producen son a nivel encubierto, que pasan desapercibidos al no ser considerados como conductas cambiadas.
Otro aspecto a tener en cuenta son los llamados “rasgos de personalidad”, los cuales no son estáticos, sino que fluctúan en el tiempo y en el contexto. Por ejemplo, puedo comportarme de forma seria en mi trabajo y, a la vez, puedo comportarme de manera muy risueña en mi vida personal. Y está bien, soy ambas personas.
Entonces… ¿cualquier persona puede cambiar? ¿Se puede cambiar todo? Para responder a esta cuestión, exponemos lo que implica el cambio:
– Experimentar malestar. Cuanto mayor arraigada esté la conducta que queremos cambiar probablemente mayor sea el malestar.
– Poner el foco en nuestro autoconocimiento: entender qué nos lleva a comportarnos como lo hacemos es esencial para poder cambiar.
– No puedo cambiar factores que no dependen de mí ni a las personas de mi alrededor. El cambio depende de uno/a mismo/a.
– Hacer esfuerzos constantes para conseguir nuestros objetivos. Los cambios son procesos que requieren dedicación, tiempo y paciencia.
– No todos los cambios nos compensan siempre. En ocasiones ciertos cambios conllevan experimentar tal grado de malestar que decidimos no cambiar todo lo que nos gustaría, el coste es más alto que el beneficio.
Por lo tanto, sí podemos cambiar nuestra conducta. Escudarnos en «soy así y no puedo cambiar» es una forma de justificarnos.
Es cierto que en ocasiones no podemos evitar sentirnos como nos sentimos, lo que no implica que podamos aprender a comportarnos de una manera diferente.