Respeto (o autorespeto), ¿en qué consiste?

Según la RAE la palabra respeto significa “atención o consideración que se hace a alguien”. El acto de respetar permite a la persona reconocer, aceptar y valorar al otro. Incluyendo sus derechos, cualidades e incluso posibles defectos.

A cualquier ser humano nos gusta que los demás nos respeten. Es muy importante y reconfortante para uno mismo sentir que nos están respetando.  Eso sí, el respeto es algo muy subjetivo. Lo que para una persona significa respetar al otro quizás para este otro no lo es y al contrario. La percepción sobre el respeto depende de la propia historia personal definida por la cultura, las creencias y la educación.

Esta historia personal hace que generemos unas reglas verbales sobre cómo debe funcionar el mundo y, por tanto, sobre lo que es coherente y razonable para nosotros. De ahí que cuando nos relacionamos con los demás esperamos que se comporten de una manera determinada. Quizás como nos gustaría que actuaran, o como lo haríamos nosotros en su lugar. Pero al fin y al cabo lo que esperamos es que la actuación del otro muestre ese respeto deseado de forma coherente y lógica para nosotros.

Lamentablemente esto a veces no ocurre. Puede que la otra persona no quiera comportarse como a nosotros nos gustaría o no sabe. Asimismo, es posible que no perciba como algo irrespetuoso (puede que para él sea coherente su conducta). Sea por el motivo que sea, se genera un conflicto entre el comportamiento del otro y lo que nosotros esperamos o queremos que haga.

A veces poner en marcha estrategias para ganarnos el respeto de los demás nos genera malestar

Llegados a este punto he de decir que no hay ningún problema en pedir respeto hacia uno mismo, de hecho, creo que es algo que hay que potenciar, hacerse valer y hacer ver a los demás que ellos también deben hacerlo. Pero de lo que quiero hablar no es de cómo te relacionas con los demás para reclamar lo que mereces. Estoy segura de que tienes grandes habilidades y estrategias para conseguirlo y llegar a buen puerto.

Lo que me interesa traer aquí es el modo en que te relacionas contigo mismo cuando no recibes lo que esperas de los demás; cuando consideras que no estás siendo respetado y pones en marcha tus recursos para que esa situación cambie. Quiero invitarte a que valores tu forma de actuar cuando eso ocurre. Que descubras si te está siendo útil o si lo que consigues es generarte más malestar a ti mismo, aparte del que ya genera la percepción de no estar siendo respetado.

Imagino que cuando te encuentras en una situación así algunas de las estrategias que pones en marcha son las siguientes: hablar con la otra persona para explicarle lo que no nos ha gustado y cómo nos debe tratar, mandamos indirectas, nos enfadamos o nos alejamos de ella. Si has estado alguna vez en esta situación habrás comprobado que estas estrategias a veces funcionan, pero otras veces no.

Utilizamos nuestras coherentes y muy razonables estrategias, pero al ver que no conseguimos que la otra persona cambie su actitud nos frustramos. Puede que nos enfademos más y que nos pasemos el día pensando en por qué la gente se comporta como se comporta, por qué no hacen lo que nosotros haríamos en ese lugar. Nos sentimos abandonados, decepcionados, y entramos en un bucle de reproches y quejas continuo.

Cuando nos relacionamos con los demás nos relacionamos con nosotros mismos

Es aquí donde empieza el verdadero problema. Cuando nos relacionamos con los demás estamos también relacionándonos con nosotros mismos. Es decir, todo aquello que “vuelcas” hacia el otro también cae sobre ti. Si de tu boca solo salen quejas hacia otros, tus oídos solo escucharán quejas. Si muestras rabia o enfado hacia otros, será tu propio cuerpo el que sienta esa horrible sensación. Quizás si te preguntas una y otra vez por qué la gente no se comporta como tú lo harías, tu cabeza será la que aguante esa presión y frustración…

De la misma forma, cuando dedicas todos tus esfuerzos a que los demás te “respeten” o te traten como a ti te gustaría es porque estas sintiendo todo eso descrito antes que probablemente no quieres sentir. En ese momento es cuando la guerra con el otro se pausa y comienza la guerra contigo mismo. La tremenda necesidad de eliminar ese sentimiento de no ser respetado, el cual te está provocando mucho malestar.

Respetarnos aunque el otro no nos respete

En esta guerra tus valiosas estrategias no sirven. Y hacen que cada vez te sientas peor porque el otro no te va a dar lo que necesitas de él (ya sea porque no quiere o porque no sabe). Ahora estás solo contigo mismo, ahora te estás relacionando directamente contigo, sin intermediarios. Es entonces cuando te pregunto: ¿qué te estás dando a ti mismo en ese preciso momento?. ¿Dirías que te estás respetando? O por el contrario ¿te estás machacando más aun?

Párate un momento a pensar en esto: observa como todos tus intentos por conseguir el respeto ajeno hacen que seas tú el que pierde el más mínimo respeto hacia ti mismo. Lo único que consigues es gastar tu tiempo y energía en intentar eliminar esa horrible sensación, que no se va a ir. En vez de dedicarte tu propio cariño y tranquilidad para sentir lo que en ese momento estás sintiendo.

De ahí que suelte esta reflexión: ¿y si respetarte a ti mismo fuese aceptar el sentimiento que te provoca pensar que los demás no te respetan?

*(Aclaración: Aceptar el sentimiento que te provoca un hecho no significa que se acepte el hecho en sí).

Si crees que te encuentras en una situación similar o te sientes identificado/a quizás pueda ser de ayuda acudir a un profesional.

Síguenos en rrss o contáctanos

Últimas entradas

¿Necesitas información?

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y se aplican la política de privacidad y términos del servicio de Google.

*El contenido de este blog es informativo y explicativo. En ningún caso sustituye al proceso de terapia psicológica. Si crees que necesitas ayuda, por favor, ponte en contacto con un profesional de la salud mental.

×